UN OTOÑO AGONIZA
El asfalto tiene un color gris oscuro, la neblina que esconde la ciudad
se ha encargado de humedecerlo. Hay pequeñas gotas de rocío que
estropean mi planchado de cabello. Camino lento, mientras un viento frío
que viaja desde el norte acaricia mis mejillas. Escondo mis manos en
los bolsillos de mi pantalón negro, no quiero llegar a la oficina, no
quiero encerrarme. La mañana es tan
hermosa que me apetece caminar el día entero...asi... mientras cada
paisaje que exploran mis ojos me traen el recuerdo tus besos.
El asfalto tiene un color gris oscuro y a lo lejos, a lo lejos hay una
fogata encendida, el humo se escapa confundiendose con la bruma espesa
de la tarde. El tren se dirige al norte, mientras las aves vuelan al
oeste. La gente se desplaza en todas direcciones y en el fondo un eco de
risas retumba en mis oídos; niños jugando. Un ciclista avanza
cubriendose del mismo viento helado, el anciano cruza la calle llevando
en su mano la cuerda que ata al perro. Las llantas de distintos
automóviles ruedan con prisa con el fin de llegar a su destino...y
yo...yo sigo clavada, leyendo toda una vida tatuada.
El
asfalto tiene un color gris y oscuro, los árboles se han quedado
desnudos; el otoño los alcanzó y el invierno pretende devorarlos. La
bruma me abraza en compañía de una ligera lluvia ácida que desborda mis
ojos negros. Mis pasos son lentos, como si ellos arrastraran pesadas
cadenas; cadenas que van formando en mí gran fortaleza.
El
asfalto tiene un color gris y oscuro...y yo...yo disfruto cada paisaje
como una caricia que regalan mis pequeños ojos, guardándolos en un
corazón inmenso.
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